Los mapuches de las ciudades, en la medida que han podido, han vuelto a sus comunidades de origen huyendo de lo más duro de la pandemia. En estos pueblos, en la vida rural, el aislamiento ha dominado gran parte del año.
Esto ha limitado directamente el funcionamiento de organizaciones mapuches como Mapuzuguletuaiñ, nuestro mediador en la cooperación lingüística y ha frenado las dinámicas del proceso de revitalización del mapuzugún. Pero no hasta el punto de renunciar a los retos del momento. Los cursos y internados que anualmente se organizan para adultos se han adaptado al formato digital y los equipos de profesores – Quimelfes- han tenido que realizar una ingente labor (crear y adaptar material, estructurar redes relacionales y de seguimiento, buscar alternativas para estudiantes de regiones con carencias digitales) para poder llevar a cabo el curso y seguir extendiendo la cadena de nuevos hablantes. En Wallmapu y en Euskal Herria ha habido que abordar necesariamente nuevas vías de enseñanza, lo que ha dejado también un caudal positivo: el equipo de Mapuzuguletuaiñ ha llegado lejos en la creación de material didáctico.
Por otro lado, hemos seguido con atención las propuestas de nuevos actores que se han aproximado al proceso de revitalización, como el grupo de agentes que se ha activado para desarrollar la planificación estratégica en el campus de Villarrica del PUC. Y hemos estado en contacto con la Subdirección de Pueblos de Origen que ha ratificado su compromiso de fomentar el aprendizaje del mapuzugún y que depende del Ministerio de Cultura, Artes y Patrimonio.